jueves, 9 de julio de 2009

La contraseña

La otra noche volvía a casa dando un paseo y vi por la acera de enfrente un pastor alemán de color blanco, así que me faltó tiempo para cruzar de acera y verlo de cerca y, según sus buenas o malas pulgas, hacerle todo tipo de carantoñas...

Empecé a llamarlo como acostumbro hacer con los perrillos que asalto por la calle, pero no me hizo ni puñetero caso… ni me miró…

El tipo que lo llevaba se rió un montón al ver mi cara y me dijo que hasta que no le dijera su contraseña no me haría caso...

- … ¿de verdad?, ¿o es una coña? – dije.

- dile "Bobby, bonito, ven" – contestó el hombre - díselo para que veas...

- Bobby, bonito, ven...

En el acto Bobby estaba lamiéndome las manos y su cola parecía un ventilador...

Después de quedarme a gusto acariciando al perro y hablando con su "dueño", ya en mi sillón, me pregunté…

¿Y si de fábrica nosotros también venimos con una contraseña emocional?...
¿Y si únicamente nuestra mitad sabe cuál es, aún sin darse cuenta?...
¿Y si hubiera una contraseña universal, a modo de llave maestra?...
¿Sería esa clave el amor?...

Sé que sabes que pasó por mi mente cual sería la tuya...
Sé que sabes que tú no eres como las demás…
Tú no tienes contraseña.

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