martes, 6 de octubre de 2009

Si yo comprara Disney

Sonaron las campanadas de medianoche. La bella joven, sobresaltada, se excusó brevemente ante el príncipe y se marchó. Bajó las escaleras de palacio a toda prisa, montó en su carruaje, y se desvaneció en el bosque.

El príncipe fue tras ella, pero cuando llegó a las afueras, solo llegó a ver la estela de polvo que habían dejado los caballos... y una estrella en el suelo: un zapato de cristal, perteneciente a esa joven con la que había compartido risas y coqueteos en la fiesta de palacio. Le dio un golpecito con el pie, y lo arrojó a las aguas que rodeaban el castillo.

Al cabo de unos días, la joven se presentó en palacio y solicitó audiencia con el príncipe.

- Hola - comenzó la joven.
- Hola, ¿qué deseas?.
- No, dime tú, a ver...
- ¿Yo?... ¿qué quieres que te diga?.
- Pues que me quedé esperándote... ya sabes. ¿No viste el zapato?. ¿No se supone que tienes que buscarme, y esas cosas?...
- No, yo no vi ningún zapato.
- Entonces tampoco verías mi número de teléfono, que te dejé escrito en un post-it, dentro del zapato...¡perfecto! - esgrimió la chica, seguido de un suspiro de desesperación.
- No.
- ¿Y los mensajes en Facebook?.
- No va bien la wifi de palacio, y...
- ¡Excusas! - comenzó a gritar la chica, acercándose al trono.
- Mira, chica. A mí no me vengas con esos aires, eh. Que el que durmió calentito después del baile fui yo. Además, ya tuviste tu oportunidad... no la aprovechaste, y saliste corriendo por las puertas de palacio.
- ¿Qué querías que hiciese?, a las doce de la noche se desvanecía el hechizo...

La chica entonces le explicó su historia al joven príncipe, que escuchaba atentamente, con los ojos bien abiertos. Cuando se dieron cuenta, compartían botellas del mejor vino del condado, cordero asado... e incluso habitación. Terminaron de hacer el amor por tercera vez, entre sábanas de seda... y dijo ella, casi sin voz:

- Me encanta estar contigo, escucharte. Eres único... Te quiero.

De pronto el príncipe se reincorporó con los ojos como platos, cogió a la chica, y la lanzó por el balcón al grito de:

- ¡Correeeee, que se acaba el hechizo!.

La chica, que cayó en el riachuelo que bordeaba el castillo, respondió arrojándole el zapato de cristal que había encontrado en el fondo.

FIN

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